jueves, 22 de mayo de 2008

Buenos Aires (Parte II) San Telmo


San Telmo es un barrio con solera. Me gusta haberme alojado aca. Los domingos, el barrio late de forma especial ya que una feria de cosas viejas y antiguedades cobra forma. Además este domingo amaneció con un sol radiante y en la feria habìa mil y un cachivaches y objetos antiguos de colores brillantes. Se escuchaba mùsica en directo en cada esquina y parejas bailaban tango en tarimas de madera por todo el mercado. Quedé con Fabrice, un colega frances que de Cusco se vino aca a estudiar mùsica y nos recorrimos el barrio descubriendo magos, estatuas humanas, el gardelito cantor, bandas de mùsica, cantautores y, como no, bailarines de tango que desde temprano a la mañana, cada domingo desde hace 34 años se reunen por alli. Los puestos se superponen en un repiqueteo que asombra a los noctámbulos que alargan la noche con un café de última hora, y a los madrugadores que comienzan el día. La Feria recibe cerca de 10 mil visitantes por domingo, entre los cuales, un alto porcentaje está compuesto porturistas de todo el mundo. Me contaron unas señoras que vendían sombreros de los años cuarenta que con el tiempo los puesteros han logrado desarrollar una verdadera clasificación de turistas, según el perfil de sus compras: así, en vez de fijarse quiénes compran, los feriantes pueden establecer de dónde es un turista, sólo con ver qué compra. Los franceses, elegantes por naturaleza, prefieren la bijou o los vidrios; los brasileños, - alegres y llamativos - se inclinan por los metales y objetos de colores; los italianos, las joyas antiguas y, los españoles, fieles nuestro pasado, elegimos mantones, abanicos y pinturas, traídas al país por nuestros propios abuelos. Apartir de las 16, llegan los porteños y, según se dice, preguntan mucho, pero compran poco...


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