domingo, 11 de mayo de 2008

El Bolsón, el pueblo hippie

La mítica ruta 40 estaba cortada por la erupción del volcán El Chaitén así que dimos una vuelta en bus parando en Río gallegos y en Comodoro-Rivadavia hasta llegar a El Bolsón. Las cenizas volcánicas habían cubierto todo el paisaje de gris. Pensé que era nieve hasta que bajé del bus descubriendo que la ceniza chilena había atravesado la frontera y el viento la había traído hasta esta comarca Argentina. Por lo visto en el año 1969 llegó a El Bolsón un grupo que había puesto en escena en Buenos Aires la Opera Rock ” Hair” y que eligieron este lugar para llevar a cabo el regreso a la naturaleza y el sueño de cultivar la tierra en un lugar de encanto. El Bolsón ofrecía el hábitat perfecto: rodeado de montañas, ríos, bosques y pocas rutas accesibles. En ese ámbito se instala aquí el primer grupo hippie que ocupaban una cabaña precaria cuyo alquiler adeudaban desde varios meses atrás y en cuyos alrededores improvisaban tímidos ensayos agrícolas sin agua corriente ni energía eléctrica. A ellos se les sumaron buscadores de libertad, gente llana y de hábitos poco comunes que hacían las cosas con las manos porque todo eso implicaba independencia del consumismo.

Me pasé por la Plaza Pagano dónde montan tres veces por semana su feria artesanal y estuve charlando con muchos de ellos. Encontré gente artesana que trabaja con sus manos para comer, vivir y crear y que educa a sus hijos con libertad, gente que cuida el medioambiente, que ha viajado mucho y que tiene historias interesantes que contar. Laura hacía una cerveza artesanal increíble y había tenido a su primera hija a los cuarenta y uno y ahora, animada por la gente, comenzaba a ponerle nombre a su producto. Christian hacía pipas mapuches y collares de piedra; enamorado de Caños de Meca, acababa de ser papa y orgulloso me presentaba a Teo, su hijo de tan sólo diez días. Agustín Porro (apropiado apellido) tenía un refugio cerca del mirador del azul y la cabeza del indio y Samuel, hacía aceites para masajes y unguentos contra el stress y la depresión a base de hypericus. Había vivido por toda Europa. Yamila era una porteña que llevaba el Refugio Patagónico dónde yo me alojaba y a la que agradezco su bife y sus divertidas historias frente a la chimenea. Algunos de ellos daban talleres de artesanía a los chicos del barrio de chabolas que había al otro lado del puente.

Evidentemente todos no son "hippies" ni se puede mitificar la cosa, pero te da una sensación de ver un grupo humano que realmente ha encontrado un lugar en el mundo de libertad, belleza geográfica y sueños posibles. En esos días y en ese pueblito en cuyos bosques habitan hadas y duendes, que hace una cerveza artesanal maravillosa y que te invitan al toque a su casa, encontré (a pesar de perder la dichosa cámara) magia, sentimientos puros y hospitalidad. Pude compartir muchos sueños con aquella gente y me costó muchísimo salir de ese paraíso natural y eso que estaba todo lleno de ceniza..."

2 comentarios:

Charito dijo...

Chiqui!!!!!!!

¿Como que se te ha perdío la cámara? jó....a pesar de todo lo mejor que nos pasa siempre lo retenemos en la memoria....y no hace falta que lo fotografiemos...sobre todo lo positivo, los momentos mágicos,los lugares que nos sorprenden...las personas que nos llegan al alma... y curiosamente olvidamos lo negativo...

Pero tranqui, que você é linda...

te mando el link de una canción que me encanta para que la escuches....estes donde estés....

http://www.youtube.com/watch?v=jpR0E8LMftc

mil bisous de la charini, charito, osease yo....muakreketemuak

Chiqui lima dijo...

tu si que eres linda! gracias por la canción, yo también adoro a caetano! que ganas de verteee
rubiaaa!