miércoles, 2 de abril de 2008

Diario de un viaje por América del Sur: el comienzo: de Perú a Chile

Uno de Abril. No lo alargo más que ando en el Cusco como atrapada sin motivo..así que elijo la compañera de viaje: una mochila verde que lleno con 17 kilos de cosas inútiles (nunca supe hacer maletas y ya creo que es tarde pa aprender) y algunas cosas útiles: 2 libros, un ipod y una cámara digital. El destino cambió mi ruta de Bolivia a Chile por una huelga de productores de aceite y transportistas y las carreteras hacia Nines (la cual andaba en Cochabamba en un proyecto del mal de Chagas) andaban bloqueadas... así que cambio la ruta y me saco un bilete para Arequipa y un vuelo para Arica desde allí pues además de barato, me ahorraba ocho horas de bus tras las diez horas que ya me iba a meter entre pecho y espalda. Cusco me regaló un atardecer increible y Carmen, un abrazo. En la sala de espera de Cruz del Sur todos me preguntaban a donde iba..es cierto que la gente te habla cuando te ve solipandi y me dijo alguien que cuando viajas sóla viajas muy acompañada. Tres japos entran sudando de correr porque llegan tarde.. jaja los pobres no saben todavía que por muy tarde que creas que llegues, el bus siempre saldrá mas tarde! bueno.. excepto en algunas ocasiones que al conductor le da por salir quince minutos antes y tú llegas puntual y te dicen que ya salió y te toca coger un taxi y perseguir al bus hasta que para y te montas a la carrera...Son las cosas entrañables de mi Perú.
Llegué al amanecer a la ciudad blanca coronada por el volcán Misti. Arequipa es la segunda ciudad más grande del Perú y debe su sobrenombre al color de la piedra calcárea volcánica, el "sillar" con que está construida la ciudad. Me pareció una ciudad alegre con habitantes atentos, gentiles y muy contestatarios pues siempre tiran de la oreja a todos los corruptos que se han sentado en el sillón presidencial.Visité el populoso centro, la catedral, el convento de Santa Catalina y las terrazas agricolas. Me gustó merodear por la bonita plaza de armas llena de árboles, palomas y flores. Hay octogenarios haciendo fotos polaroid y en los bancos de las esquinas se sientan "copiadores" con viejas máquinas portatiles de escribir apoyadas en las rodillas. A ellos acuden los que no saben leer ni escribir para que les redacten oficios, solicitudes o simples cartas de amor. Muchos sólo quieren pedir perdon a su esposa por mujeriegos o borrachos y se dejan asesorar por el escribiente quien tiene más vivido y habla más bonito. Conversando con la gente supe que viven de la agricultura y ganadería pues hay poquita industria. tambien viven del turismo. Los arequipeños presumen de ciudad, de montañas y gastronomía. A mi me parecen un híbrido entre el serrano y el costeño pues están a 100 kms de las playas de Mejía o Mollendo. Me gustó tanto la ciudad que cuando miré la hora, subí a un taxi a la carrera porque perdía el vuelo para Arica, el más corto de mi vida. Volando pude ver la punta del volcán Misti sobresalir entre unas nubes que jugaban con nosotros imitando picos de nevados. Cuando bajé estaba en el desierto. Arica es una ciudad fronteriza venida a menos pero ya se nota el contraste con su vecina pobre de al lado. Hay balustradas en el paseo marítimo y hasta Macdonald's.¡puaj! Todos los hoteles estaban llenos porque es un sitio de buenas playas y sol todo el año. Cuando iba a tirar la toalla encontré un alojamiento de unos eslovacos y aunque la habitación era mediocre, estaba limpia. Me duché con agua fría y subí al morro a ver el atardecer, dónde aún había reliquias de la guerra del Pacífico. Un taxista de 100 kilos se encariñó conmigo y el y su mujer me llevaron a recorrer la ciudad en su taxi: playas, plaza con edificios de Eiffel y lo más impresinante lo vi en el puerto: a un palmo de mi mano dos enormes leones marinos andaban echados sobre las rocas. Por lo visto se han costumbrado a vegetar por allí para que los pescadores les den las visceras y sobras del pescado que capturen ese día. Después fuimos los tres a cenar, a beber piscosauers y a cantar karaoke al casino. Creo que ellos se lo pasaron muy bien.
Al día siguiente me fui andando una hora hasta la linda playa de la Lisera y alli estuve todo el día echada en una hamaca y bañándome. Marcia, una chilena de 62 años se me acercó para coversar y nos hicimos amigas. Me habló de "Pinocho", me regaló un enorme abrazo y me invitó a su casa a Santiago de Chile. Los eslovacos, amables, me dejaron quitar la salitre y me acompañaron a coger el bus a San pedro de Atacama. Me gusta viajar sóla pues conoces gente entrañable y le tomas mejor el pulso a las ciudades porque al estar sóla, tus sentidos se agudizan muchisimo más...

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